Friday, July 30, 2010

EL MATE ... una reflexión bien argentina ...


El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre. El mate es exactamente lo contrario que la televisión. Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa, la primera frase es "Hola", y la segunda "¿Unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios y maduros. Pasa entre los abuelos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir, ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibio, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Vos sentís un orgullo enorme. Después ellos, con los años, eligirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomas unos mates. La gente pregunta cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?". El otro responde: "Como tomes vos."
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambres, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Este es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre, ocurre un día en particular. Nada de pantalones latgos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto algo. Pero no es un día cualquiera. Ninguno de nosotros nos acordamos el día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.

El sencillo mate es nada más, y nada menos, que una demostración de valores:

Es la solidaridad de bancar esos mates lavados, porque la charla es buena. La charla, no el mate.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar. Vos hablás mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir: "¡Basta! ¡Cambiá la yerba!"
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar estúpidamente: "¿Está caliente, no?
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal, de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir.

Ahora, vos sabés, un mate ... no es sólo un mate ...

Anónimo

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